Perdida
en mis pensamientos, apenas me di cuenta de que una rosa comenzaba a
caer delante de mis pies. Miré hacia arriba y ahí estaba él. En
este instante solo era testigo la luna de todos los pensamientos que
se pasaban por mi mente. Lo miré durante unos minutos, como siempre,
sentía que podía perderme en su mirada.
Entonces,
recogí la rosa, pero sin suerte esta se deshizo y sus pétalos se
separaron cayendo al suelo. Fue en ese instante cuando me percaté de
que yo misma me sentía así.
Lo
miré, me miró. Lo amaba, de eso no había duda, pero no se lo
diría. Era como la rosa, un golpe contra el suelo lo podía
soportar, pero un leve movimiento que destrozara mi estabilidad haría
que me deshiciera, petalo a petalo.
Descendió
de la casa y se acercó a mi. Mi corazón, como era habitual cada vez
que el se acercaba, comenzóa latir con fuerza, llamándolo. Sin
medir palabra se acercó a mí y me abrazó. En sus brazos estaba
perdida... sin rumbo... por eso traté de separarme bruscamente, pero
el no me lo permitió. Me abrazó con más fuerza. Sentí que
habíamos dejado de ser dos personas para convertirno en una sola.
Luego, despacio, sin prisa, me besó. Me entregué a su beso porque
quería decirle así cuanto lo amaba, cuanto lo necesitaba, que era
todo para mí. Quería que supiera cuánto lo amaba y que significaba
para mí, quería que supiera con este beso todo lo que no era capaz
de decirle con las palabras.
Y
en al alto, luna como siempre, fiel testigo de mis amores,
sentimientos y visiones, de lo más importante y lo más
insignificante... Siempre la luna, testigo unico de estos dos seres
que no eras más que dos niños jugando a quererse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario